Pedro Antonio de Alarcón
Escritor y político español
Pedro Antonio de Alarcón nació el 10 de marzo de 1833 en Guadix, Granada.
Fue diputado de las Cortes españolas y se alistó como voluntario en la campaña de Marruecos, experiencia en la que se basaría para escribir su Diario de un testigo de la guerra de África (1859).
Destacó en su época por sus novelas religiosas, entre las que destaca El escándalo (1875), una defensa de los jesuitas que levantó una gran polémica.
Son famosos sus relatos de la vida rústica en España, algunos de los cuales se han recopilado en El sombrero de tres picos (1874), que inspiró a Manuel de Falla la composición de su ballet homónimo.
Pedro Antonio de Alarcón falleció el 10 de julio de 1891 en Valdemoro, Madrid.
Obras
El final de Norma (1855)
Descubrimiento y paso del cabo de Buena Esperanza (1857)
Diario de un testigo de la Guerra de África (1859)
De Madrid a Nápoles (1861)
Dos ángeles caídos y otros escritos olvidados
El amigo de la muerte: cuento fantástico (1852)
El año en Spitzberg
El capitán Veneno
El clavo (1853)
La Alpujarra: sesenta leguas a caballo precedidas de seis en diligencia (1873)
El sombrero de tres picos (1874)
El escándalo (1875)
Amores y amoríos (1875)
El extranjero
El niño de la Bola (1880)
Historietas nacionales
Juicios literarios y artísticos
La Comendadora
La mujer alta
La pródiga
Lo que se oye desde una silla del Prado
Los ojos negros
Los seis velos
Moros y cristianos
Narraciones inverosímiles
Poesías serias y humorísticas
Soy, tengo y quiero
Viajes por España (1883)
Fragmento de la mujer alta, cuento de miedo
I
--¡Qué sabemos! Amigos míos.... ¡qué sabemos! --exclamó Gabriel, distinguido ingeniero de Montes, sentándose debajo de un pino y cerca de una fuente, en la cumbre del Guadarrama, a legua y media de El Escorial, en el límite divisorio de las provincias de Madrid y Segovia; sitio y fuente y pino que yo conozco y me parece estar viendo, pero cuyo nombre se me ha olvidado.
--Sentémonos, como es de rigor y está escrito.. en nuestro programa --continuó Gabriel--, a descansar y hacer por la vida en este ameno y clásico paraje, famoso por la virtud digestiva del agua de ese manantial y por los muchos borregos que aquí se han comido nuestros ilustres maestros don Miguel Bosch, don Máximo Laguna, don Agustín Pascual y otros grandes naturistas; os contaré una rara y peregrina historia en comprobación de mi tesis..., reducida a manifestar, aunque me llaméis oscurantista, que en el globo terráqueo ocurren todavía cosas sobrenaturales: esto es, cosas que no caben en la cuadrícula de la razón, de la ciencia ni de la filosofía, tal y como hoy se entienden (o no se entienden) semejantes palabras, palabras y palabras, que diría Hamlet...
Enderezaba Gabriel este pintoresco discurso a cinco sujetos de diferente edad, pero ninguno joven, y sólo uno entrado ya en años; también ingenieros de Montes tres de ellos, pintor el cuarto y un poco literato el quinto; todos los cuales habían subido con el orador, que era el más pollo, en sendas burras de alquiler, desde el Real Sitio de San Lorenzo, a pasar aquel día herborizando en los hermosos pinares de Peguerinos, cazando mariposas por medio de mangas de tul, cogiendo coleópteros raros bajo la corteza de los pinos enfermos y comiéndose una carga de víveres fiambres pagados a escote.
Sucedía esto en 1875, y era en el rigor del estío; no recuerdo si el día de Santiago o el de San Luis... Inclínome a creer el de San Luis. Como quiera que fuese, gozábase en aquellas alturas de un fresco delicioso, y el corazón, el estómago y la inteligencia funcionaban allí mejor que en el mundo social y la vida ordinaria...
Sentado que se hubieron los seis amigos, Gabriel continuó hablando de esta manera:
--Creo que no me tacharéis de visionario... Por fortuna o desgracia mía soy, digámoslo así, un hombre a la moderna, nada supersticioso, y tan positivista como el que más, bien que incluya entre los datos positivos de la Naturaleza todas las misteriosas facultades y emociones de mi alma en materias de sentimiento...Pues bien: a propósito de fenómenos sobrenaturales o extranaturales, oíd lo que yo he oído y ved lo que yo he visto, aun sin ser el verdadero héroe de la singularísima historia que voy a contar; y decidme en seguida qué explicación terrestre, física, natural, o como queramos llamarla, puede darse a tan maravilloso acontecimiento.
--El caso fue como sigue... ¡A ver! ¡Echad una gota, que ya se habrá refrescado el pellejo dentro de esa bullidora y cristiana fuente, colocada por Dios en esta pinífera cumbre para enfriar el vino de los botánicos! ...